Contra todos los pronósticos, Milei salió primero alcanzando el 30 por ciento de los votos. No solo fue el candidato más votado sino, también, el espacio más votado. No solo salió primero a nivel general, sino que pintó de violeta el mapa argentino. No es que los analistas políticos y los encuestadores hayamos soslayado el fenómeno Milei. Lo que casi todos erramos fue su magnitud. Lo cual no nos justica. En tal sentido, el domingo se dio algo curioso: Javier Milei terminó siendo un “cisne negro” previamente imaginado, aunque luego descartado. EN LA AMPLIACIÓN, EL RESTO DE LA NOTA DE OPINIÓN Y ANÁLISIS ESCRITA POR FEDERICO GONZÁLEZ
La contundencia del resultado obliga a la pregunta
básica. ¿Por qué ganó Milei?
Creo que aquí se aplica aquello de la
multicausalidad. Un esbozo asistemático, expresado en como pensamiento en voz
alta, incluiría alguno de los motivos que se enumeran en los siguientes parágrafos:
La gente está harta de la política y los políticos.
Milei representa a la anti política o a la anticasta. Milei era la mejor opción
más allá de la grieta. Milei legitimó el valor de la libertad y con ello muchos
argentinos salieron del clóset de lo políticamente correcto, para declarar su
orgullo de afirmarse como liberales o de derecha (i.e. “Si, soy liberal y de
derecha, ¿y qué?”)
Milei consiguió mostrar la trampa y el fraude del
populismo, el clientelismo y el estatismo, desde donde —y con el yeite de
proclamar la justicia social del campo nacional y popular— solo se ha logrado
degradar a los ciudadanos argentinos a la categoría de dependientes, rehenes
políticos, indignos, pobres, lúmpenes, marginales y/o zombis sociales.
Milei es un economista que sabe de economía y dice
con seguridad lo que debería hacerse. Por ende, va a ser capaz de solucionar
los problemas endémicos de la economía donde sus predecesores solo acumularon
promesas, fracasos y excusas.
El psicoanalista Jacques Lacan teorizó sobre la
noción de un “sujeto supuesto saber” para referirse al hecho simple de que las
personas tendemos a atribuir saberes particulares de algún tipo a otras
personas. Pero dichas atribuciones resultan a veces desmedidas. Así, los
miembros de la tribu atribuían al chamán el poder de curar enfermedades. Y
modernamente, mediatizado por la ciencia, ese lugar lo reservamos para el
médico. Ciertamente, el médico sabe de su ciencia (obviamente, no es un chamán,
sino alguien que estudio medicina para aplicarla eficientemente el arte de
curar) Pero no es menos cierto que, acaso inadvertidamente, atribuimos a ese
profesional cualidades que hasta podrían superar su especialidad. Porque él es
el doctor; el que sabe. Lo mismo ocurre con el psicólogo terapeuta: ¿Porque alguien
contaría sus más íntimos secretos a un desconocido si no supusiera que éste
sabrá qué hacer con eso?
En tal sentido, parte de los votantes de Milei lo han
elegido justamente porque lo han puesto en ese lugar del saber. “No sé si
entiendo mucho eso de la dolarización, la base monetaria, el circulante, la
emisión y la Escuela Austríaca; pero de lo que sí estoy seguro es que este tipo
sabe de lo que estaba hablando. Y me confío a él para que me saqué de las
penurias de la inflación que me carcome el sueldo y la vida. Y le creo a él y
no otros porque en eso o ya fracasaron o no parece que sepan como sí sabe
Milei.
Otro motivo tras el voto de Milei es casi
existencial. Como si fuera un gurú de autoayuda, acaso sin proponérselo, Milei
invita a quienes lo quieran oír a liberarse del yugo del “deber ser
progresista”. Ese que pretende prescribir cómo se debe hablar (leguaje
inclusivo), qué dogmas deben seguirse (i.e “las 45 verdades del Estado que nos
protege”), qué contenidos deben consentirse que se les enseñen a los niños en
las escuelas en los espacios ESI, a efectos de salvaguardar su salud sexual
futura, etc. O nos revela el listado de
los mandamientos opresores de la libertad: la patria es el otro, debés ser solidario,
no debés ser exitoso, no debes perseguir tu mérito, no debes incurrir en el
pecado capitalista de querer ganar “guita”, etc.)
O, como contrapartida, Milei nos da a entender algo
análogo a una tabla de “Mandamientos liberadores de la libertad personal (es
decir: ni nacional, ni social)”. Por ejemplo: busca el reino de la Libertad y
todo los demás llegará para añadidura; intenta ser propietario, antes que
proletario (Adelina Dalesio de Viola, dixit.); no es pecado ser exitoso; ganar
buena “guita” brindando servicios para el prójimo no es solo bueno para vos,
sino para la sociedad; no sucumbas a las trampas del “zurdaje esclavizante”, no
dejes que la casta te robe el fruto de tu trabajo exigiéndote el pago de
impuestos confiscatorios, etc.
El periodista me inquirió sobre lo básico: “Entonces:
¿Por qué ganó a Milei?”
Y mi mente febril, casi involuntariamente, evocó “Es
una experiencia religiosa”, el título de aquella canción de Enrique Iglesias
donde se compara al amor con el sentimiento religioso.
Inmediatamente mi mente descarriada parafraseó
aquellos del asesor de Bill Clinton “Es la economía, estúpido, por “Es la
religión, estúpido” Entonces esbocé una micro tesis. Me explico:
A modo de provocación operativa sentenciaré: “Milei
ganó porque una parte importante del 30% de sus votantes estableció con él un
vínculo cuasi religioso”.
En términos de liderazgo podría decirse que Milei es
un líder carismático. Según el ChatGPT de openai, se trata de lo siguiente:
El liderazgo carismático es un estilo de liderazgo en
el cual un líder ejerce una influencia significativa sobre sus seguidores
debido a su carisma personal, carácter magnético y habilidades de comunicación
convincentes. Los líderes carismáticos tienen la capacidad de inspirar y
motivar a las personas a través de su presencia, discursos apasionados y visión
inspiradora. Su atractivo y habilidades
de persuasión les permiten generar seguidores leales y comprometidos que se
sienten emocionalmente conectados con la causa o visión del líder. Este tipo de
liderazgo se basa en gran medida en la personalidad y las características
individuales del líder, más que en estructuras formales de poder. Los líderes
carismáticos a menudo son percibidos como visionarios y agentes de cambio que
pueden desafiar el statu quo y
movilizar a las personas hacia metas comunes.
La cita es más que elocuente: parece que estuviera
definiendo a Milei. Pero, se me objetará: ¿Qué es lo que torna cuasi religioso
a un líder carismático? La respuesta es acaso sencilla: la devoción, la
idolatría, los rituales, la liturgia celebratoria, la incapacidad de percibir
sus errores, la paranoia sobres las consecuencias de cuestionarlo, la
aceptación cómplice de sus veleidades, caprichos y trasgresiones, el aplauso
obsecuente de sus extravagancias, la sumisión a acatar sus mandatos. Etcétera.
Pero acaso se preguntará el lector: Perdón, ¿está
hablando sobre Milei o sobre Cristina?
Si, efectivamente, se hizo la pregunta, entonces creo
que ha captado el punto de mi tesis.
El hilo invisible que une a un Javier Milei con una
Cristina Kirchner es que ambos son líderes carismáticos que propician
experiencias cuasi religiosas en el vínculo con sus seguidores.
Desde que el anti kirchnerismo se hartó de Cristina,
ha estado buscando el mejor vehículo para ganarle y deshacer lo que supone un
hechizo perverso pergeñado por ella y que pesa sobre una parte de la sociedad.
Primero probó con Sergio Massa en 2013. Luego, en 2015, entendió que Mauricio
Macri era más efectivo. Pero eso anduvo cierto tiempo hasta que dejó de
funcionar. Y, entonces, ahora, apareció Milei.
Cuando Jaime Durán Barba le recomendó a Mauricio en
2011 que desistiera de presentarse como candidato, su argumento fue lapidario:
“Es imposible ganarle a una viuda”
Aggiornada a estos tiempos una sentencia análoga a la
del consultor ecuatoriano podría ser: “Es imposible ganarle a una religión, sin
oponerle otra”.
El refrán popular lo dice con elocuencia: “un clavo
saca a otro clavo”. Obviamente, aquí no se pretende decir que Cristina ni Milei
sean clavo alguno. Solo pretende afirmarse una consecuencia obvia: “¡La única
forma de erradicar de cuajo una religión es creando otra!”. No era la economía,
no siquiera la Libertad (¡Viva la Libertad, carajo!). Era la religión.
Porque la religión es aquel encuentro mágico que
ocurre en las sutiles esferas de la idealización. El amor es una experiencia
religiosa porque es único, místico, extasiante, pasional. Y porque, como dice
la sabiduría popular, es irremediablemente ciego. Es loco y es ciego. Una
locura compartida. Acaso un profundo mal entendido que solo se revela cuando
finaliza y se caen las máscaras.
La sentencia fácil y acrítica sostiene una
simplificación: El voto de Milei tiene la cara del enojo o de la bronca. Pero
eso es apenas unos de los ingredientes de un cóctel mayor.
Una persona que ha perdido su rumbo existencial
transita solitaria por una plaza de barrio. Y de pronto algún pastor de turno
narra la retahíla de siempre: “Yo estaba perdido, desesperanzado, angustiado,
deprimido, hasta que el Señor se me reveló. Y lo dejé entrar en mi corazón. Y,
entonces, conocí su gloria” La persona perdida no puede dejar de sucumbir al
relato. Porque está herida, porque se siente vencida. Y transmuta así su
decepción en ilusión.
Mi hermano Gustavo solía recordarme una frase de
Ernesto Sábato: “Los desesperanzados se reclutan entre los ex esperanzados.
Porque para ser un desesperanzado es necesario haber tenido antes alguna
esperanza y, luego, haberla perdido”. Y, curiosamente. agregaba Sábato, “los
desesperanzados, de tanto en tanto, necesitan volver a revocar su esperanza.
Acaso por aquello de que (¡menos mal!) la ilusión es lo que ultimo que se
pierde.
Mi profesor de marketing me lo explico alguna vez en
una síntesis magistral: El marketing es el arte de propiciar el encuentro entre
la oferta y la demanda. En términos psicológicos, la oferta equivalía a la
promesa. Y la demanda a la ilusión.
Y agregaba que, en esencia, no hay una diferencia
estructural entre vender, seducir y hacer política: todas son variantes de
propiciar ese encuentro entre promesa e ilusión. Entre alguien que quiere
querer y alguien que ofrece lo que aquel quiere.
En mis cursos de liderazgo político lo tomo como
punto de partida: “Sin promesa, no hay campaña”.
Porque si el candidato no es capaz de tocar en el
votante algo del orden de la ilusión, entonces no habrá voto. Las ilusiones
pueden ser muchas y variadas. Pero todas derivan de una fundamental: el deseo
legítimo de aspirar a una vida mejor.
Lo demás son detalles. En marketing, por ejemplo, se
tratan las “razones para creer”. Porque sin razones para creer, sin argumentos
de verosimilitud, las promesas se tornan esotéricas. En cambio, con el ropaje
argumental del qué, el cómo, el cuándo, el para qué y el con qué, las promesas
se transforman en propuestas. Y Milei las hizo.
Suele decirse que Milei es como un rockstar: la gente
se le acerca, se aglomera para verlo, para tocarlo, para pedirle una
selfie. No es causal que Milei deba
andar con guardaespaldas. Como los rockstars. Porque las pasiones de los
fanáticos pueden desbordarse.
Quizás resulte abusivo decir que la idolatría es una
experiencia religiosa. Cambiemos entonces la proposición operativa:
“Javier Milei es un personaje. Como un rockstar. Como
un ídolo deportivo”.
Sus seguidores entonces se comportan con “pasión tribunera”.
Con el entusiasmo envolvente de ser uno con la cofradía. Sea la de los fans.
Sea la de la hinchada. Y la idolatría se alimenta de puestas en escenas, de rituales, de emblemas,
de lemas. ¡Viva la libertad carajo! Y los aprendices de leones rugen.
El festejo del domingo en el bunker de Milei
trasmitía esa esencia. Alegría desbordante, bailes, música, movimiento.
Semejaba a las de Mauricio, allá lejos y hace tiempo. O a los actos de
Cristina.
Ya lo sabemos. Sin cánticos no hay hinchadas. Y sin hinchada
no hay partido.
Me tocó ser de una generación cercana a la
Beatlemanía. Aunque era un niño, alcanzaba a intuir la naturaleza y dimensión
del fenómeno. Gritos, histerias, emulación, veneración.
La Beatlemanía, como tantos otros fenómenos sociales
masivos, se propagó por el mundo. Y cambió la juventud para siempre.
Por cierto, Milei no es Lennon ni McCartney. Tampoco
Messi ni “El Dibu”. Pero su onda expansiva tiñó de violeta el mapa argentino.
No es poco.
Su viralidad fue capilar, no concentrada. Llegó a las
grandes urbes, a los pequeños pueblos y a los ignotos barrios. Y no se sabe en
qué momento de su ciclo de propagación se encuentra. Por eso es difícil
determinar el potencial probable entre su piso y su techo.
Para analizar, en el último apartado me referiré a
una teoría clásica sobre la adopción de innovaciones que aplica al caso.
¡Milei se puso de moda. La casta pasó de moda!
Concluiré el artículo con este último análisis.
Aunque revelaré una pequeña trampa: se trata de un fragmento de un trabajo
inédito escrito en octubre de 2017, luego del triunfo de Cambiamos en las
elecciones legislativas generales de aquel año. Aquí solo me limité a cambiar
la palabra “Cambiemos” por “Milei, y “El kirchnerismo” y “Unidad Ciudadana”,
por “La casta”. El resultado obtenido, que a continuación se transcribe, me
asombró.
Según la célebre sentencia de Karl Marx “La historia
ocurre dos veces, una vez como tragedia y la otra como farsa”. Quizás, para
completar la idea, quepan un par de opciones más para la historia: 1) Que se
repita sin sentido y 2) Que simplemente se repita y punto. Espero que el lector
saque sus conclusiones Va el texto final:
El consultor simplista lo sentenció sin dudar:
“¡Milei ganó porque se puso de moda; la casta, en cambio, quedó demodé!”
El consultor intelectual (¡y algo pretencioso!) lo
expresaría en otros términos: “Existe un momento en que la sociedad avizora un
cambio de paradigma; entonces el orden instaurado cede paso al advenimiento de
una nueva matriz de pensamiento político que sepulta al orden anterior”.
El consultor reflexivo ensaya el viejo arte de
linkear ideas para producir analogías. Entonces surge un bosquejo conjetural,
un garabato explicativo: “El cambio político, como la moda, o como el ciclo de
la innovación y obsolescencia, nace, crece, se consolida y entre en declive
hasta que sobreviene su inexorable ocaso”.
En 1962, el sociólogo Everett Rogers describió el
ciclo de adopción y difusión de la innovación (recordemos que la innovación es
un cambio superlativo) a través de un modelo en forma de campana de Gauss,
donde se diferenciaban cinco grupos de personas en función del tiempo requerido
para adoptar una innovación: los innovadores, los primeros adoptantes, la
mayoría precoz, la mayoría tardía y los rezagados. Un siglo antes el sociólogo
Gabriel Tarde ya había postulado una teoría similar a la que denominó la
"Ley de imitación"
Conforme al modelo, al inicio, una pequeña minoría se anima a probar la novedad asumiendo los riesgos concomitantes. Conforme a cuál sea la metáfora, diríase que esa minoría está conformada por quienes, haciendo punta, son capaces de tirarse a la pileta, aún a riesgo de que no haya agua; o bien (figura de otros tiempos), son los primeros en animarse a sacar a bailar a su partenaire, aun riesgo de quedar expuestos ante la mirada de los demás. A continuación, una primera oleada de imitadores (v.g. los adoptadores tempranos) se atreve también a plegarse a la incipiente moda. Pero el cambio termina consolidándose recién en una tercera etapa, cuando la mayoría temprana acompaña a los primeros adelantados, para también navegar la ola rupturista.
Ciertamente, ya lo sabemos: existe un momento clave,
de delgado equilibrio, en que esa mayoría adopta el rumbo. Y el instante de
catalización semeja un juego de espejos. Entonces se miran unos a otros, antes
de lanzarse definitivamente a la pileta. Acaso en ese momento no se atiende a
si habrá o no agua, porque lo la mirada se centra en determinar si los otros se
atreverán a saltar. “Si los otros se animan, también me animo”. Entonces la
moda se consolida. Mientras que, por similar mecanismo, lo viejo comienza a
tornase obsoleto.
Seguramente, el camino es dual. Para que nazca lo
nuevo tiene que morir lo viejo. En el barrio decíamos “eso ya se está quemado”.
En lo que se denominaba la “high” se expresaba lo mismo en lógica binaria: lo
In y lo Out.
Para que hubiera ola violeta fue necesario comenzar a
sepultar la ola celeste y blanca de Unión por la Patria y la ola amarilla de
Juntos por el Cambio. En los barrios de la sorpresa lo dicen o piensan con
vehemencia: “¡La casta ya fue: ¡Viva la Libertad, Carajo!”
Vanesa Bergesio, vecina y profesional de nuestra ciudad, envió a LA RADIO una nota que será presentada a las autoridades municipales. En la misma reclama por el estado de la plantación en dos canteros de la Plaza de Barrio Belgrano. Según plantea la actividad se desarrolló en Octubre de 2024 "en un gesto de embellecer el espacio público que tantas familias y niño/as utilizan además de poder re-significar dentro del proceso de duelo personal y social la muerte de un/a hijo/a en esa etapa vital. Acompañaba a los canteros un cartel explicando el motivo de la plantación y una dirección de Instagram de y para familias en proceso de duelo por muertes perinatales y gestacionales", dice la nota y señala que los canteros no han sido preservados y que el cartel se encuentra en otro lugar. EN LA AMPLIACIÓN, LA NOTA COMPLETA.
RH1 dialogó este lunes con el economista Gerardo Sanchez, asesor de la Fundación Colsecor. Hace pocos días se conoció el índice inflacionario en la Argentina como también el relevamiento de precios que realiza la Fundación mes a mes tomando como puntos de medición distintas localidades de diferentes provincias argentinas, entre ellas Hernando (VER APARTE). La entrevista fue más allá de estos relevamientos. Analizó lo que está haciendo el Gobierno Nacional hoy en materia económica y dijo que “la salida del Cepo no se hará mientras haya inflación y el Banco Central no tenga más reservas”. También dijo que, con el cuatro por ciento, la inflación alcanzó un piso que en el actual contexto económico será difícil de perforar. Se mostró preocupado por la falta de reactivación económica. En ese sentido precisó: “Yo sería más proclive a generar un poco más de actividad económica aún si eso hace demorar la baja de la inflación. No sólo por la cuestión de la actividad económica sino también por una cuestión social”. EN LA AMPLIACIÓN, ALGUNAS DEFINICIONES. EN AUDIOS, LA ENTREVISTA COMPLETA.
Este viernes es el Día del Periodista. Orgullo por tantos años, satisfacción por lo logrado y desafío por las circunstancias y el cambio de paradigma de hoy. Cada persona, cada institución, cada empresa maneja sus propios medios, fundamentalmente redes sociales, y eso genera que el gran público tenga a mano toda la información que quiera pero que, a la vez, esté cada vez menos informado. El periodista de medios tradicionales debe hoy buscar la noticia en cada rincón de la red de redes porque las instituciones descansan en sus “comunity manager” y lo que muchas veces resulta es que sólo se entera el que de alguna forma está ligado al grupo de pertenencia. Cuando hay mucho, todo junto, se ve poco lo individual. Resulta así que en una época en que hay exceso de información a mano la gente está cada vez menos informada. Se pierde de vista, muchas veces, lo que es importante, lo que debe conocerse para ser parte de una sociedad. Son tiempos en que información se confunde con promoción de logros y conquistas. La responsabilidad de los periodistas hoy es más grande y más difícil que antes. Se trata de buscar entre tanta cosa lo que realmente es noticia y, a la vez, evitar que en medio de la promoción cargada de emoticones se pierdan los detalles de qué se debe saber. El periodista no debe perder el rumbo; debe sobreponerse a su propia sorpresa por lo que está pasando, dar rápido la vuelta de página a sus propios cuestionamientos para ponerse más que nunca al servicio de una sociedad que, antes por escaso y ahora por excesivo, lo vuelve a necesitar. Feliz Día para aquellos colegas que en el medio del cambio y dentro de un proceso de adaptación para no desaparecer aún siguen pensando que vale la pena.
En un estado democrático, respetando la voluntad popular que votó la actual conducción nacional a cargo del Poder Ejecutivo de Javier Milei,observo y señalo que la Ley de Coparticipación Nacional vigente en enero de 1989, establecía que la Nación disponía del 42Þ los recursos coparticipables y el otro 57% correspondía a las Provincias, en base a nuestro sistema federal de gobierno, lo cual cambiando la naturaleza impositiva de los impuestos, hizo que en las “últimas décadas” lo que perciben las provincias fuera por debajo del 34% que debía ser el piso garantizado de recepción, en una situación en que las provincias asumían múltiples nuevas competencias en materia productiva, de educación, y salud que les derivó la nación sin los recursos pertinentes. SIGUE EN LA AMPLIACIÓN
El consecuente reacomodamiento de precios que se originó tras la depreciación de casi el 120 por ciento del tipo de cambio que aplicó el Gobierno del presidente Javier Milei ni bien asumió se sintió con fuerza durante el primer mes del año en las localidades del interior, donde el valor de la Canasta Básica de Alimentos (CBA) se encareció un 32% promedio en relación a diciembre. Así se desprende del relevamiento mensual que realiza la Fundación COLSECOR en 30 localidades de siete provincias argentinas y a partir del cual se determinó que el conjunto de alimentos y bebidas básicas para un adulto equivalente costó 85.550 pesos. Es decir, 85.550 pesos es el ingreso mínimo que necesitó un adulto para no caer bajo la línea de indigencia. Ese salto observado en enero fue bastante superior a la suba del 20,6% registrada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) para el Índice de Precios al Consumidor (IPC) a nivel nacional. Incluso se ubicó por encima del aumento que mostró la Canasta Básica Alimentaria que también monitorea el INDEC y que para enero fue de 18,6% en relación al mes anterior.